28 marzo, 2014
Primer día en España
Corriendo a través del aeropuerto, sin aliento, con 100
libras, si no más, de equipaje, por fin llegamos a una puerta donde solo un
hombre viejo estaba sentado tranquilamente leyendo su periódico. "Disculpe
señor, ¿sabe usted si esta es la puerta para el avión a Madrid?", le
preguntamos. Nos miró de manera extraña. Había un asistente de equipaje en el
mostrador, nos fuimos a la recepción y repetimos nuestra pregunta. "Era aquí,
ya se ha ido", él respondió con mucha facilidad. Y entonces mi corazón se hundió.
¿Qué voy a hacer en París, yo no sé francés, y apenas conozco el español? Nosotros,
lamentablemente, caminamos hasta el mostrador de servicio al cliente y
explicamos que nuestro primer avión había llegado tarde y habíamos perdido
nuestro vuelo de conexión a Madrid. El hombre nos dijo que teníamos que tomar
otro avión, que nos haría perder nuestro tren, ya que, naturalmente, se podía
ver el curso que estaba tomando este día.
A continuación, pedimos usar el teléfono y
"amablemente" nos dijo que no y nos ofreció una tarjeta de teléfono
para que pudiéramos llamar desesperados a nuestros padres que, si no estaban
nerviosos antes, sin duda estarían nerviosos en aquel momento que no esperaban oír nada de
nosotros durante otras 2 horas. Por supuesto, la tarjeta telefónica no funcionaba
en ninguno de los teléfonos y yo estaba tan paranoica por si alguien
estaba a punto de llegar y robar mis cosas que yo ni siquiera había sacado mi
chaqueta o ninguna de mis cosas. La única cosa buena de toda fue que el
mismo hombre nos dio un cupón para un aperitivo gratis. Así que nos fuimos al
puesto de comida más cercano, compramos un bocadillo y decidimos usar la wifi
para conectarnos con el mundo. Continuando en el transcurso de aquel día, nos
encontramos con que la wifi solo duraba 15 minutos, y se tarda alrededor de 5
para entrar en el correo electrónico, registrarse y tener acceso a internet.
Así que en 10 minutos se suponía que debía ser capaz de calmar a mi madre presa
del pánico y decirle que yo no estaba colgada, o iba a morir en París, sino solo
esperando para ir en mi próximo avión para llegar finalmente a España.
Después de aproximadamente 5 horas, finalmente llegamos a
Madrid, conseguimos nuestro equipaje (por suerte que no lo perdimos) y
encontramos un taxi. El taxista hizo un comentario sobre los estadounidenses y
el equipaje que no pudimos entender muy bien, y por fin llegamos a la estación
de tren. Gasté la mayor parte del dinero que llevaba en euros y compré un nuevo
billete para ir a Pamplona. No sin antes tratar de tirar mi equipaje al tren
con el fin de no perderlo en el corto período de tiempo que se detuvo en la
estación. Este es el momento en que probablemente debería haberme dado cuenta
de que algo no estaba bien. No había nadie en el tren, además de dos de
nosotros y otras tres personas, pero yo estaba tan cansada y frustrada que me
senté en mi asiento y miré por la ventana a los molinos de viento sin fin,
¿quién sabía que España tenía tantos?
Llegamos a Pamplona mucho más tarde de lo que se suponía
que debíamos, no tenía idea del nombre del complejo de apartamentos en que nos
alojábamos y recurrí a la idea de que solo íbamos a señalarlo en un pedazo de
papel que teníamos y ni siquiera molestarnos con el español. Nos bajamos del tren
y un hombre comenzó a sacar fotos de nosotros, y no me refiero como un desconocido
tratando de ocultar que está sacando fotos, sino sacando una sesión de fotos. ¿Es
esto lo que España es en realidad? No, yo no era una celebridad. Se había
producido un accidente de tren y estábamos saliendo del tren con un montón de
equipaje, claramente intentando parecer más seguros. Esto lo descubrí al día
siguiente cuando estaba en la primera página del periódico. Conclusión de mi
primer día en España: la ira es un lenguaje universal y yo no soy una
celebridad estadounidense con una llegada bien documentada a este país, solo
una chica con un montón de equipaje.
Posted by Unknown a las 5:05 p. m. // // //
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