26 noviembre, 2006
Escuchadme amigos míos, voy a contaros la historia de la situación más cómica e irónica de mi vida:
Para empezar, necesitáis un poco información. Hace dos meses, cuando estaba en Barcelona, conocí a un grupo de chicos mexicanos muy simpáticos y divertidos. Una amiga mía y yo les estábamos hablando y luego, ¡descubrimos que los chicos viven en el mismo edificio que ella! Este día, decidimos que alguna vez, debemos salir de fiesta con los chicos. Desde este día, he salido de fiesta con ellos con frecuencia y siempre lo pasamos muy bien.
Ahora, vamos a aquel día fatídico. Era jueves por la noche y mis amigos y yo queríamos salir de fiesta con nuestros amigos mexicanos. Los llamamos y ellos sugirieron que pasáramos un rato al su piso antes de salir. Decidimos que era una idea buena y fuimos a su piso.
Como es muy barato, compramos dos cajas del vino Don Simón para llevar a su piso. El vino barato como Don Simón es muy peligroso porque se puede emborracharse muy fácilmente después de solamente un poco. Pasamos un rato en su apartamento bebiendo vino, escuchando música y hablando. Más tarde, uno de los chicos me preguntó si había probado alguna vez tequila mexicano auténtico. Le dije que no. Entonces decidió que yo necesitaba probarlo. Aparentemente, ellos habían traído seis botellas de tequila mexicano a España. El chico y yo tomamos un chupito de tequila y después, todos salimos de fiesta. Nada excitante ocurrió hasta la mañana siguiente.
Acosté a las tres de la mañana y a las siete y media, me desperté. Me sentía como si hubiera chocado con un tren. Me dolía la cabeza, tenía sed, y sentía como si fuera a vomitar. Me quedé en la cama e intenté dormir más. Fue mi primera resaca real. Cuando desperté otra vez a las diez, me sentía mejor.
El día pasaba sin incidente (aunque estaba un poco cansada y mareada) pero cuando llegó la hora de la comida, me puse nerviosa. Temía que si tuviera que comer pescado o algo así, con un olor distinto y fuerte, vomitaría. Llegue a mi casa y descubrí que mi madre había preparado pollo y puré de verduras y un vaso grande de agua. Estaba contenta y me sentía aliviada porque no era pescado.
Empecé a comer y de repente, mi madre saltó de su silla con un grito. Parecía como si hubiera resuelto el misterio más grande del mundo. Ella corrió a la despensa e hizo algo, en el día de mi primera resaca, que nunca había hecho antes. Apareció con una botella de vino muy grande. Tiró en el fregadero mi vaso de agua y lo llenó con vino. Me dijo, con alegría: “¡hoy vamos a beber vino con la comida!”
Posted by Kristin Burke a las 6:34 p. m.
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1 Comment:
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Pobrecita, la protagonista. Espero que sea ficción y no real... ;-)
(Muy original, ¿ves cómo sí eres creativa? Enhorabuena)