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La Hoja Roja

Katerina era una chica exitosa en todos los sentidos de la palabra. Cuando tenía nada más de tres años su madre invitaba a su casa una estudiante inglesa para que Katerina pudiera oír inglés. Katerina y la inglesa charlaban, más Katerina en español y la inglesa en inglés. Ella intentaba poner palabras de inglés en la cabeza preciosa de la niña de pelo rubio y ojos azules. Sus orejas después de poco tiempo empezaron a reconocer a las palabras que salían de la lengua de la inglesa. La madre le miraba a su niña con admiración y no era extraño que ella le invitara a su marido mirar a Katerina y la inglesa desde la ventana que dividía el salón de la cocina. La madre en su estado de admiración cogió a la mano de su marido y le decía en voz baja, "¡Nuestro niñita va a hacer cosas grandes!"Más tarde, y después de una infancia sin dificultades y llena de éxitos, Katerina se encontró en su último año de la universidad. Toda la gente de su barrio en Madrid se conocía y sabía que ella va a hacer cosas grandes. Nadie tenía ningún idea de que, pero todos estaban seguros. La manera de que ella se comportaba y su voz suave y confidente emitía una luz radiante que se reconocía cualquier persona al momento de encuentro con ella. Además todos que le conocían, sabían que sus ojos azules miraba a cosas afuera del barrio, afuera de la universidad y afuera de su cariña España.

Los primeros de junio de 2003 hacían muy caluroso en Madrid. Las calles negras brillaban bajo el sol ardiente. Katerina no podía concentrar en sus libros, apuntes y carpetas. A causa de su frustración porque no sabía porque no podía concentrarse, se fue a la calle a pensar bajo el sol ardiente. Se encontró con un árbol joven y feo al lado de la calle que parecía quemando por el calor. Sus ramas eran cortas y sus hojas habían empezado a caer aunque era verano. El calor era demasiado para el árbol joven. Pero a la primera vista Katerina se sintió algo saltar en su pecho. Un vientecillo movió a su pelo rubio. Y oyó, en inglés, la voz de la inglesa, diciéndole,"Ven, habla con mi amigo."Con manos tembladas, cogió una hoja marrón entre sus dedos y inicialmente empezó a hablar de sus padres quien le han cuidado con todos sus corazones por, hasta ahora, 19 años. Las primeras palabras que ella habló se provocaron unos escalofríos en la espalda. Después del tanto bueno en su vida, gracias a sus padres cariñosos, de repente este árbol feo y joven se provocó en ella la sensación de que había algo perdido en su alma. Desde era pequeña, su madre le ha contado que sí ella aprenda inglés, pudiera trabajar en una gran impresa o ser una mujer de negocios. A ella le caía bien esta noción que pudiera ser cualquiera persona, pero ahora con el sol, el árbol y el viento, ella olía el mar y oía los pájaros del mar.

Estaba intrigada y por eso el día siguiente se fue otra vez al árbol al lado de la calle. Esta vez se sentaba debajo de las ramas flacas y empezó a coger más hojas en sus dedos. Otro vientecillo se jugaba con sus pelos rubios y de repente todo alrededor de ella olía como cuerpos muertos y sangre fresca. Le asustó el huelo porque pensaba que va a encontrar al huelo del mar otra vez. Eso le puso intranquilo a ella y regresó a su casa segura con sus padres cariñosos. Pero aquella noche, ella soñaba con imágenes de un desierto sin comida, agua ni vida. Esta imagen fue interrumpida por otra de una mesa llena de comidas ricas, vinos finos, manteles de telas de oro y Katerina solo pudiera ver la espalda de un hombre muy alto con hombros anchos y un cuello muy erecto. Las otras personas tenían caras indistinguibles. Se despertó muy asustada y miró a su ventana donde pudiera ver las ramas de un gran árbol moviéndose en el viento. La ventana había abierta un poco, y dentro del hueco entre el alféizar y la ventana entró una hoja roja. Ella la cogió, encendió la luz y reconoció que la hoja tenía forma del continente del África. La puso en la mesa al lado de su cama e intentó a dormir.

Al principio el árbol al lado de la calle era algo interesante y nuevo y lugar a ir para relajarse, pero ahora le parecía a ella que la hoja roja y el sueño intentaron a decirle algo. Se fue otra vez al árbol la semana siguiente y allí se encontró un afiche debajo de algunas hojas con imágenes de mujeres y bebes con SIDA en Uganda. Al pie del eso aparecía una pregunta, “Qué vais a hacer?” Esta tarde en vez de regresar a sus libros, fue a una agencia de vuelos. Escogió un vuelo a Sierra Leona para la semana siguiente. Esta fue la primera vez que ella ha hecho algo sin consultando sus padres primero. Al momento de comprar los billetes se sintió un gran pesado sacado de su mente y luego eso movió a su pecho.
La mañana de su vuelo hacía sol radiante y un cielo sin nubes. Madrid se veía precioso por el aire, notó Katerina. Cuando aterrizó en Sierra Leona, se notó Katerina un río andando por la tierra con el aspecto de la calle en Madrid brillando bajo el sol. Veía a los árboles con mucho interés y decidió que estos eran tan feos y bajitos con ramas cortas como suyo en Madrid. Antes ha decidido trabajar con el World Food Programme que les daban comida a los refugios. Cuando entró al campo de refugios, tres mujeres con bebes en sus espaldas le saludaron a ella con sonrisas radiantes. Puso su mano, por habito, en el bolsillo de sus vaqueros y tocó los restos de la hoja roja que había entrado en su cuarto hace lo que parecía a ella ahora como muchas semanas. Se sonrió y levantó su cara al sol radiante y brillante que hace poco ha calentado a su cara debajo de su árbol en Madrid.








Posted by Grace Campion a las 5:06 p. m. // // //  

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