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¿Quién es Santa Clause?





I
Era la víspera de la Navidad. Las calles eran llenas de gente a que solo quedaba pocas horas para encontrar el regalo perfecto para sus seres amados. Había gente por todos los rincones, cantando villancicos en voces altas y felices. Se podía oír el tintineo de los cascabeles y el taconazo de los cascos de los caballos que pasaban sobre una calle cubierta en una capa fresca de nieve. Seguro que la Navidad había llegado.
-
Para todos, la Navidad es un tiempo de alegría. Las familias se juntan para celebrar el nacimiento de Jesús y la esperanza del año nuevo. Los niños esperan la llegada de Papa Noel y los adultos disfrutan de intercambiar regalos con sus familias y amigos. Según la opinión de mucha gente, es la mejor estación del año.
II
Felipe González se sentaba en la mesa con su familia. Mientras comer, la familia González miraba muy intento las noticias de ese día 24 de diciembre. En un segmento, una presentadora andaba por las calles de Madrid, entrevistando a gente de todas edades para preguntarles, “¿Quién es Santa Clause?” Una niña de no más de 6 años chilló, “El señor que me va a traer regalitos mañana. ¡Él es fantástico!” A veces las personas mayores replicaron con sarcasmo, “No existe este Señor Clause. Yo solo conozco a Papa Noel,” rechazando la influencia y comercialismo de la Navidad norteamericana.
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La hermanita de Felipe interrumpió el programa, “Mama, Papa Clause va a visitar nuestra casa esta noche, ¿no? Ya hemos adornado el árbol y tengo galletas y leche para dejarlo si él tenga hambre. Espero que él no se olvide de nosotros.” Felipe, quien ya llevaba 10 años de escepticismo sobre el tema de Santa Clause dio su opinión a su hermana menor. “¿Todavía no sabes la verdad? Pues hija, seguro que te das cuenta de que mama y papa son los que nos regalan todo. ¡Santa Clause no existe!” En seguida sus padres le gritaron. “¿Cómo puedes decirla tanto locura? Sí existe Papa Noel y sí viene esta noche. Solo esperamos que él no te traiga nada salvo cajas llenas de carbón.” “Ahh, vamos a ver. Seguro que ‘él’ me va a traer los esquís nuevos que le pedí,” replicó Felipe. La familia terminó el resto de la cena en silencio, escuchando las canciones bonitas del coro que cantaban en la iglesia situada por el otro lado de la calle.
III
Felipe pasó el resto del día en la ciudad. Todavía no había comprado nada para su familia pero seguía andando por las calles sin intento de elegir unos regalos para ellos. “¿Por qué necesito comprarles algo? Ellos solo van a olvidarse de todo el día siguiente. No pasará nada,” pensó Felipe.
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Más tarde, mientras preparándose para acostarse, Felipe pensó de nueve en los regalos y miró por la ventana hacia el cielo estrellado de la noche misteriosa. Simultáneamente, el susurró con sarcasmo, “Santa Clause, si existes, por favor tráeme algunos regalos para mis padres porque ya sabes que no les he comprado nada. Gracias.” Luego, se acostó.
IV
Su sueño era vivido. Felipe nunca podía recordar algo parecido. Los olores, los colores, y los sentidos parecían casi verdaderos. Imaginaba que volaba por el aire. La noche era fresca y clara. Miles de estrellas iluminaban su sendero. Abajo, podía ver la manta de luces que venía de las casas. También se veía las columnas de humo que originaban de las chimeneas de las mismas casas, escondiéndose del aire frió de la noche. “¿Dónde estoy?” pensaba Felipe. “A mí, me parece el sueño más extraño de mi vida. Prefiero despertarme y volver a mi cama.”
-
Inmediatamente, Felipe empezó a caerse a la tierra. Él gritó, girando sus piernas y abrazos en todos direcciones. “¡Ayúdame! ¡Voy a morir!” Al instante, oyó una voz y una luz brillante relució en su cara. Felipe tenía dificultad con abrir sus ojos pero oyó a su madre llamándole desde la puerta. “Felipe. ¡Dios mío! ¿Qué pasó chico?” preguntó la madre con una mirada fija. “¿Quieres despertar a todo la familia?” Felipe se enderezó en la cama, confundido y asustado. “No mama. Está bien. Solo tuve una pesadilla. Lo siento por despertarte.” La madre apagó las luces y volvió a su habitación. Felipe se echó en la cama de nuevo y cerró sus ojos. Esperaba no volver al mismo sueño tan raro.
V
De nuevo su visión si hizo borrosa y Felipe volvió a su vuelta; esta vez más vivida y real que antes. Desde muy alto en el cielo, Felipe podía sentir el viento frígido en su cara. Todos sus sentidos eran agudos como si fueran partes de la realidad. “Solo quiero despertarme de esta pesadilla y volver a mi cama cómoda,” murmuró Felipe. Desafortunadamente, él sabía en su corazón que ahora estaba atrapado en el sueño.
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Esta vez, Felipe se dio cuenta de que ahora se sentaba en un trineo volador que no tenía ni alas ni motor. “¡Qué extraño!” pensó. “Pues, desde aquí tal vez puedo encontrar a Santa Clause. Seguro que está trabajando esta noche,” comentó Felipe, todavía capaz de quedarse con sus sentimientos de sarcasmo mientras soñando.
-
En seguida, el trineo empezó a descender muy rápido hacia la tierra. Felipe gritó, aterrorizado por su muerte inminente. “¡Díos, por favor, déjame despertar!” pidió. En un instante, todo el mundo congeló. Su caída disminuyó y él recobró el aliento. Felipe se hundió muy lento hacia la tierra. No podía ver mucho por la niebla pero parecía que estaba acercándose con un barrio lleno de casas dormidas. Poco a poco la imagen se ponía más claro. Podía ver el perfil de su propia casa, ahora más vivida que nunca. De nuevo Felipe pensó en su familia dormida y su cama que le esperaba. “Pronto, todo va a desaparecer y voy a despertarme en la mañana de la Navidad,” se aseguró.
VI
Al llegar en el techo de su casa, Felipe buscó una manera de entrar en su habitación, pero desde tan alto, era imposible entrar una ventana sin caerse al suelo. La única opción que quedaba era bajar por la chimenea. “¡Qué asco!” exclamó Felipe al pensar de su entrada. No obstante, cerró sus ojos y saltó en la chimenea. Felipe tosió muy fuerte mientras cepillar toda la ceniza con sus manos. “¡Por fin, he llegado!” exclamó Felipe con una gran sonrisa. Estaba a punto de entrar en su habitación cuando vio una bolsa llena de regalos sentado en el suelo justo al lado de sus pies. “Me parece que mama y papa se olvidaron de poner estos debajo del árbol,” pensó Felipe. Por eso, bajó muy tranquilamente las escaleras y dispersó todos los regalos (incluso un par de esquís nuevos) por el suelo. Finalmente, al regresar a su habitación, Felipe encontró una cama vacía. Aunque se sentía muy despierto, se metió en la cama con la esperanza de despertarse de este sueño tan raro.
VII
Felipe González se despertó por los gritos entusiásticos de su hermana menor. “¡Felipe, despiértate, despiértate! Ya es la Navidad. Ven aquí. ¡Mira todos los regalos que Santa Clause no ha traído!” Felipe no podía abrir sus ojos. Tenía muchísimo sueño por no dormir bien la noche anterior. “Gracias a Dios. Ya es la mañana y la pesadilla ha acabado,” susurró Felipe. Luego se levantó y bajó la escalera para reunir con su familia que ya había empezado a abrir los regalos en el salón. Al llegar al descansillo, se encontró con miradas fijas de todo su familia. “¿Qué? ¿Por qué me miráis como si tuviera dos cabezas?” preguntó Felipe. Sus padres se quedaron en silencio pero su hermana se enderezó y le interrogó, “¿Por qué llevas las botas y el sombrero de Santa Clause?”

El Fin










Posted by Christopher Pipala a las 2:15 p. m. // // //  

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