19 abril, 2013
"A number free, please"
Durante mi niñez, tenía un
montón de problemas (todavía, los sigo teniendo) pero sobre todo uno de ellos era
un defecto de habla: no podía pronunciar el sonido –th en inglés correctamente y lo pronunciaba como si fuese una –f. Cambiaba las palabras con -th totalmente y decía “fank you” en vez
de “thank you” y “fink” cuando quería decir “think”. Si bien cuando hablaba parecía
muy mono con la falta de pronunciación correcta, mis padres ya sabían que tenía
que mejorar mi inglés para sobrevivir en la sociedad estadounidense.
Iba a un logopeda que se graduó
del mismo instituto de mis padres y tenía que hablar y trabajar con él dos
veces cada semana. A mí no me gustaban mucho las sesiones, especialmente porque
él siempre se tiraba un pedo cada día y todos los días su despacho olía como si
estábamos atrapados en una cárcel de huevos podridos. Yo quería mucho que
acabase la terapia, pero no podía escapar sin perfeccionar mi pronunciación y
entonces, estaba muy motivado: quería respirar el aire sin el olor de cadáveres.
Durante esta etapa de mi vida,
mi familia y yo teníamos una tradición de comer cada mes en mi restaurante preferido
de comida basura que se llama Wendy’s (convenientemente hay una muy cerca de
Holy Cross) y gracias a este establecimiento, derroté mi defecto de habla.
Un día, fui a Wendy’s con mi tío
y mi prima y normalmente, nunca pedía mi propia comida cuando iba a los
restaurantes pero mi prima mayor estaba allí con nosotros y quería hablar con
el camarero como ya podía hacer sin dificultad. Por casualidad, deseaba comer
el número tres aunque no podía pronunciar la palabra. Si dijera “one number
free, please”, nunca recibiría mi comida, entonces, estaba muy motivado a pedir
sin equivocarme (y también quería terminar las sesiones con mi logopeda, es
decir mi logoPEDO).
En la cola, estaba practicando
incesantemente con mi tío; moviendo mi lengua como si fuera una rana cuando
está cazando las moscas. Por fin, fui el siguiente para pedir y me acerqué al
cajero con mi cuerpo sudoroso y la boca seca y dije “one number THREE, please.”
Súbitamente salté y grité mientras todos los clientes del restaurante me
miraban con confusión. Aunque parecía un gordito que tenía muchas ganas de
comer, vencí a mi lucha contra el sonido de –th.
En último término, ahora puedo
decir las palabras con –th (más o
menos) sin equivocarme y estudio el español en la universidad como un segundo
idioma: todo es posible.
Posted by Unknown a las 8:03 p. m. // // //
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