08 abril, 2013
El ataque de la Perla Negra
El día que cambió todo para Elizabeth Swan ocurrió en el
verano en Inglaterra durante el siglo XVIII cuando ella tenía 18 años. Pese a
su importancia, el día empezaba inocentemente: ella se bañaba y se vestía en preparación
por el día. Weatherby Swan, su padre y el gobernador de la ciudad, visitó a su habitación
para regalarle un vestido elegante para llevar a la ceremonia especial de la
promoción de un capitán en el ejército. Elizabeth no tenía interés en el evento,
pero fue su responsabilidad como la hija del gobernador. Sin embargo, el capitán
(ahora promovido a comodoro) tenía mucho interés en Elizabeth y después la
ceremonia él la guió al balcón de la terraza para pedirle en matrimonio.
Desafortunadamente nunca tuvo la oportunidad porque, a causa del vestido que no
le permitía respirar, Elizabeth cayó en el agua abajo.
Cuando ella chocó contra el suelo del océano, su collar –
un medallón raro con un cráneo – chocó contra el suelo del océano, causando un estremecimiento
a través de la mar. Muchas personas se sintieron el trémulo ominoso pero lo
ignoraron para centrarse en Elizabeth. Un hombre misterioso la salvó y ella regresó
a su casa pese a sus insistencias que estaba bien.
Para recuperar de su día memorable, Elizabeth se retiró a
la cama temprano, pero después de un rato corto, ella oyó los sonidos de cañonazos.
Corriendo a la ventana, Elizabeth la abrió y vio una flota de barcos
desconocidos, grandes y obscuros. Los han llegado al porto y estaban disparando
a la ciudad. Ella boqueó con shock cuando un cañonazo fuerte tiró abajo la gran
muralla de la fortaleza y de repente, con un rugido, muchas figuras irrumpieron
a la comunidad. Los intrusos tenían las antorchas y las tiraron en las tiendas
y casas, causando las emboscadas de los ciudadanos que estaban intentando a
escapar los fuegos. Elizabeth, congelada con miedo, miró como los piratas – las
personas tenían que ser piratas – infligieron caos en su ciudad. Escuchó a los lamentos
aterrorizados de los niños, los relinchos histéricos de los caballos y las
ordenes agitadas de los soldados.
No fue posible para abandonar la vista horrible de la
ventana hasta la puerta de su habitación abrió de repente y Elizabeth gritó.
Posted by Unknown a las 8:04 p. m. // // //
0 Comments:
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)