Según todos, Bill Briggs siempre tenía una vida casi perfecta. Era un chico muy amable y desde que era pequeño, siempre tenía muchos amigos. Sus padres tenían trabajos buenos y le daban cada oportunidad posible. Siempre recibía sobresalientes en sus clases, y fue a una de las universidades más prestigiosa en todo el país. Cuando se graduó y un bufete de éxito le ofreció una posición, decidió pasar un año viajando por todo el mundo antes de trabajar. Durante ese año, fue a todas partes del mundo, desde las selvas tropicales de Brazil, hasta la Gran Muralla en China y todo lo demás. Cuando regresó de sus viajes, estaba preparado para trabajar y llegar a ser abogado cómo su padre.

Al principio, Bill le gustaba mucho su trabajo y la idea de que su vida era determinada. Al cabo de algunas semanas, se dio cuenta de que su vida no se desarrollaba cómo había pensado. Cada día que pasó era el mismo, y todos tenían la misma rutina. Se despertaba y se levantaba a las 7.30 en punto. Después de ducharse, se vestía en los mismos trajes con las mismas camisas y las mismas corbatas. A veces, llevaba una corbata con rayas o una camisa en un color vibrante o, cuando quería divertirse, llevaba una corbata que correspondía con una fiesta como las navidades o la semana santa. En la oficina, su día consistía en subir y bajar las escaleras mecánicas, y entre eso, copiando miles de páginas cada día. Café tras café y una comida sosa en la microondas tras una comida sosa en la microondas, toda su vida le parecía a ser sosa también. La única cosa que le gustaba hacer era mirar por la ventana y recordar su año viajando el mundo, a veces llamando la atención de una chica bonita en el edificio justo al lado del suyo haciendo la misma cosa.

Un día, cuando estaba de camino a tomar otro café, de repente se paró en el pasillo que cruzaba encima de una carretera. No pudo moverse. Allí, parado en frente de una luz roja, estaba la cosa más bonita y espectacular que había visto en toda su vida, incluyendo todo había visto cuando estuvo en el extranjero. Vestida en negro, ella emanaba elegancia, pero, por otra mano, su forma irregular le dio la impresión de que con ella, alguien podía divertirse también. Se quedaba mirándola cuándo, por su sorpresa, notó que poco a poco ella se quitaba su capota. ¡Era un descapotable! Además, sin la capota Bill podía ver que la persona conduciendo el descapotable era la chica del otro edificio. Echó a correr, bajando las escaleras y salió de la puerta justo al tiempo a llamar la atención de la chica. Ella le vio y le hizo una señal para que se acercara. Bill corrió hacia el coche y se saltó en la silla al lado de ella, sin abrir la puerta. La luz se puso verde, y ellos empezaron buscar el concesionario más cerca para que pudiera comprar el nuevo VW Beatle Convertible, también. Con este coche, pensaba, su vida será completa.

Posted by Caroline Luby a las 7:56 p. m. // // //    

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