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El grano

Cuando era niña, siempre estaba en un lío. Peleaba con mis hermanos, tenía problemas en clase y estropeaba mis juguetes. Había ocasiones cuando mis padres estaban disgustados o decepcionados conmigo, como la vez cuando metí mi dedo en un enchufe de pared o la otra vez cuando me golpeé la cabeza con un bate de béisbol. Aquellos ejemplos son solo dos de mis problemas. Pero, hubo una vez que me dio mi apodo y mi familia no estaba decepcionada durante esa ocasión. Al contrario, todo el mundo se reía de mí. Ocurrió un día cuando tenía cinco años…

Estaba en la habitación de mis padres, porque tenían una cama grande y una televisión. A mi madre no le gustaba cuando estaba en su habitación porque ella tenía miedo de que rompiera algo, pero nunca me paraba. Estaba viendo la tele y decidí que quería palomitas de maíz.

Grité a mi madre, “¡Quiero palomitas de maíz ahora!”

Mi madre no respondió. Grité otra vez. Podía oír los pasos de mi madre y ella apareció.

“¿Qué?” me preguntó, un poco enfadada.

“¡Quiero palomitas de maíz!” le dije.

Me dijo, “No es necesario gritar, mi hija. Espera unos minutos.”

Después de que mi madre había salido de la habitación, empecé a saltar en la cama mientras estaba viendo la tele. Como una mona, estaba saltando y saltando cuando mi madre me trajo las palomitas de maíz.

Me dijo, “Siéntate y come las palomitas de maíz.”

Le dije, “¡Gracias!” y cogí un grano.

Al mismo tiempo que comía las palomitas de maíz, estaba riendo a la tele. A veces, rodaba porque los chistes eran muy graciosos, pero mantenía tener en la mano las palomitas. Por eso, no podía tener en la mano todas las palomitas y algunos de los granos se cayeron. Un personaje dijo otro chiste gracioso y me reí y rodé. De repente, sentí algo raro en el oído. No entendía qué podía estar en el oído. Me incorporé y agité la cabeza como si tuviera agua en los oídos. Luego, puse los dedos en el oído, y podía sentir algo. Al instante, me di cuenta de que un grano estaba en el oído. No me dolía, pero tenía un problema grande. Grité a mi madre, y ella vino en un minuto. Le dije que tenía un grano en el oído. Ella no me creía y se reía. Pero se acercó a mí y miró en el oído. Su risa paró inmediatamente. Las lágrimas le corrían por las mejillas y mi madre llamó por teléfono mi padre porque ella no sabía qué hacer.

Acto seguido, estaba en el coche de camino hacia al hospital. Mi madre trató de sacar del grano fuera del oído pero no podía. Después de su intento, la situación estaba peor. Cuando llegamos al hospital, mi madre explicó la situación a una enfermera. Ella se reía y fue a hablar con su jefe. Estaba llorando y no podía parar. Luego, la enfermera me trajo a una sala de urgencias. Me dijo que necesitaba estar tendida en la mesa y esperar por el médico. En diez minutos, el médico y dos enfermeras estaban cerca de mí. El médico tenía un par grande de tenazas y lo introdujo en el oído. Grité muy fuerte y él empezó a reírse. El médico me mostró el grano y me dijo, “¿Tienes hambre, Orville?”

Después de mi operación, mi madre y yo regresamos al coche. Mi madre me dijo, “No puedes comer palomitas de maíz durante un tiempo largo. Además, espero que disfrutes tu nuevo apodo.”

Desde aquel día, toda mi familia me llama Orville Redenbacher.

Posted by Emily Thigpen a las 9:47 p. m. // // //  

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