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Caos en el sótano

Eran las siete y media de la noche. Mi padre había regresado tarde del trabajo y mi madre estaba enojada porque el pollo que estaba en el horno estaba seco. Finalmente, nos sentamos a la mesa. Diez minutos después, estábamos cenando en la cocina, escuchando un relato de mi hermana menor, cuando de repente, sonó el timbre de la lavadora en el sótano. Mi madre tenía una obsesión con la organización y la limpieza y por esta razón, en ese momento necesitaba poner la ropa limpia en la secadora. Bajó las escaleras empinadas hacia el sótano. Mi padre, mi hermana y yo continuábamos hablando, pero en seguida oímos un grito fuerte de mi madre.

“¿Qué pasó?” preguntó mi padre, su voz llena de sorpresa y preocupación. Mi madre contestó con otro grito. Todos nosotros bajamos las escaleras rápidamente. Al mismo tiempo mi madre gritó: “¡Veo una serpiente!”

De pronto, mi hermana y yo subimos las escaleras con prisa. No queríamos ver una serpiente en nuestro sótano. ¡Qué asco! Pero mis padres empezaron la misión de deshacerse de la serpiente.

Mi madre se puso un par de botas grandes y agarró una red de cazar mariposas. Al instante, la serpiente desapareció debajo de la lavadora. Mi padre trató de levantarla para que mi madre pudiera atrapar la serpiente con la red, pero la lavadora era muy pesada. Empezaron a reñir sobre la mejor manera de atraparla.

“¡No puedo levantar esta máquina!” dijo mi padre. “Voy a romper mi espalda.”

“No voy a dejar una serpiente en la casa,” respondió mi madre. Por un momento contemplaron la idea de llamar uno de mis tíos, un hombre grande y fuerte. Podría levantar la lavadora con una mano y atrapar la serpiente con la otra. Pero al fin decidieron que este no sería necesario: por otro lado nos causaría mucha vergüenza porque en realidad la serpiente era pequeña.

Mientras discutían, la serpiente surgió desde debajo de la lavadora y se sentó sobre el suelo de hormigón.

“¡Atrápala con la red!” gritó mi padre.

“¡Pero no quiero tocarla!” dijo ella.

“¡Yo tampoco!”

“¿Qué vamos a hacer con la serpiente cuando esté dentro de la red?” preguntó mi madre.

“¡No tengo ni idea!” explotó él.

“¡Pues no quiero cargarla por toda la casa en una red! ¡Va a caer en el suelo!”

En ese momento, mientras la serpiente se sentaba tranquilamente en el suelo, mi padre tuvo una idea brillante.

“Vamos a matarla,” dijo él.

Mi madre quedó boquiabierta. “Yo no voy a matarla. puedes, pero yo no quiero hacerlo.”

Como respuesta, mi padre agarró una pala y respiró hondo. Mi madre, con sus botas grandísimas subió las escaleras. No quería presenciar el asesinato. Desde la cocina, oímos el sonido de la pala golpeando el hormigón, y los gritos ahogados de mi padre.

Posted by Katherine Poulson a las 12:35 p. m. // // //  

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