01 enero, 2012
Un día de esquí inolvidable
Era un día perfecto del año 2010: estaba
nevando y hacía fresquito. Llegué a la montaña temprano para empezar el día: el
primer día que yo he esquiado. Aunque
había querido esquiar durante mucho tiempo, nunca había tenido la oportunidad
hasta ese día. Fui con mi prima menor. Aunque ella me dijo que solo ha esquiado
un poco cuando era menor, ella todavía sabía perfectamente. Decidí que no necesitaba asistir las clases
de esquí antes de subir la montaña, es bastante fácil, ¿no?
No es exactamente la verdad. Me puse los
esquís y traté de moverme en la nieve.
Casi me caí, pero mantuve el equilibrio. Al mismo tiempo, mi prima
estaba dando vueltas alrededor de mí. Empezamos en la pista más fácil. Después
de unos minutos, empecé a sentirme más cómoda. Solo necesitas doblar las
rodillas e inclinar al lado para girar. Quizás puedo esquiar en las pistas más
avanzadas. El único problema que tenía
es que no sabía cómo pararme. Por supuesto, no me di cuenta de este problema
hasta que estaba bajando la montaña.
Subimos la montaña y de repente, me puse
nerviosa. Íbamos a bajar una pista nueva, un poco más difícil que las pistas
anteriores. Mi prima bajó primera. La vi zigzagueando con elegancia por la
montaña. Ella no tenía ningún problema. No me parecía tan difícil. Empecé a
bajar la montaña. Estaba temblando de miedo pero seguí esquiando. Zigzagueé sin
gracia y casi me caí miles de veces. De alguna manera, no me caí. Gané confianza (quizás demasiada confianza),
y solo había un cerro más hasta el pie de la montaña. Miré para abajo y pude
ver muchísimas personas. Esperaba que nadie me mirara, pero no era la verdad. Seguí
bajando pero esta pista de esquí era más pronunciada que yo pensaba. Me dejé
llevar por el pánico y empecé a temblar. Esquié a velocidad excesiva pero no
pude pararme. Bajé el cerro en línea recta y no sabía qué necesitaba hacer. ¿Mi
solución? Me caí a velocidad altísima y me revolqué en la nieve. Se me
perdieron los esquís y por fin llegué al pie de la montaña. No podía moverme y
mi cara estaba en la nieve. Lo peor,
muchísimas personas me estaban mirando. Esperé
en la nieve por un ratito y no quería moverme. Empecé a estar de pie aunque el
cuerpo me dolía muchísimo. Sabía que no podría moverme al día siguiente. Por
suerte, el único daño que tenía fue de la vergüenza.
Después de este día aventurado, seguí esquiando, por fin aprendí a pararme,
y de alguna manera empezó a gustarme esquiar.
Posted by Shannon a las 11:38 p. m. // // //
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