07 marzo, 2015
La pérdida
Cuando
llegué a España, tenía mi pasaporte en mi mochila. Sin embargo, antes de salir
para el aeropuerto de Boston, mi mamá me preguntó mil veces si tenía el pasaporte,
porque lo necesitaría para entrar otro país. En aquel momento, me enfadé con ella porque ya tenía 20 años y pensaba: "no necesito estos recordatorios, ya soy mayor y tengo la capacidad para
recordar a documentos importantes."
Desafortunadamente,
me di cuenta tarde de que, aunque me considero una adulta, o sea, un sabelotodo,
todavía soy joven y, a veces, es necesario que alguien me recuerde algunas cosas.
Me di cuenta de esto en octubre cuando
fui a Alemania. El día antes de mi vuelo, hice la maleta con toda la ropa que
necesitaría y escribí una lista de todos los documentos que tendría que llevar.
Cada vez que viajo, pongo mi pasaporte en una carpeta roja y la pongo dentro de
mi bolso. Así que nunca hubo un problema con una falta de documentación.
Cogí el
autobús hacia el aeropuerto a las 2:30 de la mañana porque mi vuelo iba a salir
a las 10 de la mañana. Dormí en el autobús tranquilamente y cuando llegué a
Madrid-Barajas, no tenía ningún sueño, solamente mucha emoción para visitar,
por fin, el país de mi nacionalidad.
Bajé
del autobús y fui a Ryan Air para ir al control de pasaporte. Antes de ir allí,
puesto que tenía mucho tiempo hasta que saliera mi vuelo, tomé un café y aproveché Wi-Fi gratuito.
Por
fin, fui al control de pasaporte. Saqué la carpeta roja para cogerlo, pero en
ese momento, me acordé de las palabras de mi mamá el día de mi salida de los EE.UU.
De repente, no pude respirar ni hablar ni estar de pie. Dejé mi bolso caer al
suelo y mi cuerpo siguió poco después.
Posted by Anónimo a las 4:09 p. m. // // //
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