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Converse: uniéndose a los inadaptados sociales del mundo


Jill siempre fue una persona con unas peculiaridades innumerables. Cuando asisitía a la escuela primaria, el pelo nunca aplanaba. Había unos trozos pequeñitos de cabello en la coronilla de la cabeza que siempre se le pusaron en punta. Por eso, sus compañeros la llamaban "Alfalfa," por un personaje de una película que sufría del mismo problema. Por más que ella intentaba esconder y arreglar los pelos tozudos, más que los demás lo notaban. La pobre Jill llevaba más o menos la educación primaria entera con el pelo fuera del control.


Si eso no era una vergüenza suficiente para ella, otra desgracia le ocurió cuando tenía catorce años. A Jill le gustaba bailar de una manera tontorrona cada vez que su canción preferida sonaba en la radio. Sacudía los brazos a lo loco y oscilaba las caderas mientras saltaba de un pie a otro. En una ocasión desafortunada, Jill perdió el equilibrio, se cayó y se dio un golpe en los dientes contra una mesa cercana. Durante los cuatro años siguentes Jill tuvo que llevar aparato de dientes para reparar el daño que le había causado. Por consiguiente, se puede deducir algunos insultos que resultó de esa incidencia. Ella terminó la escuela secundaria sin tener ni muchos amigos, ni un novio, ni siquiera alguna autoestima.

Todavía más, ella tenía un atributo raro que no podía cambiar; tenía las puntas de los pies hacia dentro. Ella se calzaba con los zapatos menos llamativos que podía encontrar y escondía los pies cuando era posible. Durante su año en el extranjero, Jill se dio cuenta de que todo el mundo en Europa llevaba las zapatillas de Converse. La variedad de estilos que se ofrecían era una locura. Existían zapatillas estampadas, de un color singular, con alturas diferentes y muchísimas más. Tras reflexionar mucho sobre el asunto, Jill decidió comprar un par de Converse, de color amarillo, para integrarse en la moda del momento en vez de escapar a su propio mundo en el cual evitaba ser el centro de atención.

Pocos días después de la compra de los Converse, Jill estaba dando un paseo sola, como siempre, con la mirada hacia el suelo. De repente, ella vio a algo inesperado desde el otro lado de la calle; unos pies con las puntas hacia afuera, también calzados con Converse, pero de color verde. Los pies, con una orientación exactamente opuesta a la suya, le acercaron. Jill levantó la cabeza y los ojos fueron recibidos con la expresión de un chico que estaba tan sorprendido como ella. Se echaron un segundo vistazo a los pies del otro, como si se aseguraran de que los ojos no les habían mentido. Lentamente, una sonrisa apareció en la cara del chico y los dos se dieron las manos. Gracias a Converse, Jill encontró a alguien con quién podía relacionarse; otro inadaptado social del mundo para encajarse con ella perfectamente.

Posted by Emily a las 1:27 p. m. // // //  

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